A veces la vida te reserva
ciertas sorpresas. Hoy no tenía pensado hacer una ruta endurera, pero un
whatsapp tardío me hizo cambiar de opinión. Y en buena hora, por que en un
mismo día he pedaleado por un paraje espectacular por donde hacía unos 20 años
que no iba y he bajado una trialera de ésas que quitan el hipo y que tenía
muchas ganas de bajar.
Pero vayamos por partes. A priori
la ruta era corta por limitaciones de horario, pero en compañía de Alberto y
Oscar eso es como no decir nada.
Hemos dejado los coches en
Viguera
y hemos subido por la carretera hacia la cantera. La ligera
helada de esta noche ha endurecido el barro blanquecino y hemos podido pedalear
sin dificultad.
Ya entrados en calor, hemos
atacado sin piedad las fuertes rampas de la senda que sube a Cerro Arado (las
rampas tampoco han tenido piedad con nosotros).
Personalmente, los pedales
automáticos recién montados han supuesto una gran diferencia respecto a los de
plataforma que llevaba hasta ahora, y he podido subir toda la senda montado.
Foto de Alberto |
Poco a poco la senda se vuelve más asequible y fácil de rodar
aunque con algún que otro paso de fuerte pendiente
Según ascendíamos las vistas
sobre la sierra de la Demanda cubierta de nieve iban siendo cada vez más
bonitas.
La senda desemboca en unas verdes praderas.
También ha aparecido la nieve en las praderas junto a la pista, y en
las proximidades de Peña Saida ya había neveros de bastante profundidad. No
hemos cumbreado en Peña Saida sino que nos hemos desviado hacia el sur, y en
una pradera nevada llamada La Laguna hemos aprovechado para descansar y
almorzar.
Tras un breve descanso hemos abandonado
la pista para continuara media altura por una senda de vacas sin cumbrear,
con algún paso de cierta dificultad
que nos permite seguir disfrutando de buenas vistas
pero
regresando un par de km. más tarde a la pista que acabábamos de abandonar,
alcanzando el chozo que hay en el collado.
Foto de Alberto |
Después de un breve descanso
hemos bajado por las campas nevadas
y por otra senda de ganado hasta alcanzar
el borde superior de la pared de Viguera.
Foto de Alberto |
Recuerdo que vine por esta zona hace
unos 20 años con unos amigos, y siempre he tenido ganas de volver. Y ahora me
encuentro pedaleando junto al cortado (no muy junto, por si acaso), ocasión
especial para dejar inmortalizada con nuestras cámaras de fotos.
Nos tiramos por la ladera rocosa hacia el arroyo
y recorremos un pequeño y coqueto valle
escondido paralelo a la pared por el que discurre el arroyo que se precipita al
vacío y que en invierno origina una original cascada de hielo,
Foto de Alberto |
por los dominios de los buitres
Tras remontar un fuerte repecho
andando con nuestras bicis al hombro iniciamos el descenso por una rápida senda
que arranca justo en el borde de la pared
hasta terminar en la parte baja de la cantera, prácticamente donde empezaba
esta ruta hace unas horas.
Pero faltaba el postre. Así que
volvemos a subir a la cantera pero esta vez nos desviamos hacia la izquierda
para bajar por las trialeras que mueren en la senda que sube a la ermita de San
Marcos. Asomarse a las marcadas rodadas de motos es como asomarse al abismo,
pero ya que estamos aquí no vamos a echarnos para atrás.
Foto de Alberto |
La primera parte tiene
dos escalones que desequilibran bastante por la pendiente tan acusada, pero afortunadamente
el terreno agarra bastante y todos hemos bajado sin ningún problema.
Tras recorrer un tramo de tránsito
afrontamos el último
tramo que sólo tiene una cuestión: trazar bien desde el principio porque no hay
posibilidad de rectificar; también con una fuerte pendiente pero que todos
superamos sin problemas.
En resumen, un subidón de adrenalina, que quemamos
bajando a Viguera por la senda que sube a San Marcos,
rapiditos porque el cuerpo
nos lo pide,
Foto de Alberto |
y porque es el final perfecto para esta ruta que iba a ser corta
y que ha resultado ser un auténtico lujo en compañía de estos dos amigos que
llevan el enduro y la aventura en la sangre.