Llevaba dos días lloviendo y el
monte estaría mojado y embarrado. Las previsiones daban lluvia para hoy. Así
que el problema se reduce a elegir una zona donde no se acumule mucho barro e
ir preparados con ropa de repuesto.
La zona elegida: el camino de
Pinillos a Gallinero, el GR de Gallinero a Villanueva y la calzada romana para
volver a Pinillos. La subida al Horquín la dejamos para otro día.
Así que dejamos el coche a media
subida de Pinillos y completamos por carretera los pocos km. que nos quedan hasta este pueblo
colgado en la sierra camerana.
Continuamos por la pista que sube hacia el Horquín. Resulta asombroso ver cómo unos días de lluvia pueden cambiar tanto el paisaje. Hasta hace poco el monte estaba muy seco, pero las lluvias recientes han sacado a relucir el colorido de otoño, aunque apagado por el día tan nublado.
Pedaleamos por un robledal en el que sobreviven algunos ejemplares centenarios.
La lluvia que nos acompaña desde
la salida va arreciando y decidimos acortar la ruta, desviándonos por la pista
que nos llevará hasta las inmediaciones de Gallinero. Así, el robledal deja
paso a las hayas que aún lucen sus hojas verdes a pesar de lo avanzado de la
estación.
La lluvia realza el contraste de colores, y las setas, que brotan en los lugares más insospechados,
ponen un punto de claridad entre la hojarasca de las hayas
y entre la hierba
En un punto nos desviamos a la derecha para bajar a Gallinero por el GR. Hasta ahora habíamos pedaleado por asfalto y pistas en muy buen estado y nos hemos librado del barro, pero no sabemos cómo estarán las sendas.
Una vez tomado aire en Gallinero, continuamos por el GR que baja a Villanueva, y que al principio discurre paralelo a la carretera que sube a Gallinero,
pero poco a poco va cogiendo altura
permitiéndonos tener unas buenas vistas del pueblo.
A pesar de la lluvia la senda está muy bien y es muy divertida, aunque hay que
tener cuidado con las rocas, que están muy resbaladizas y nos hacen desmontar en un par de
ocasiones. Continúa con una bajada de varias zetas
en la que ponemos en práctica con mayor o menor fortuna la técnica de levantar la rueda trasera y girar la bici.
Y tras cruzar un arroyo que vuelve a llevar agua
nos metemos en el hayedo,
donde la luz filtrada por las hojas mojadas
y las hayas retorcidas dan un aire algo irreal al entorno.
Llegamos a Villanueva, pueblo
donde la gente se vuelve a mirar a dos locos empapados que aparecen de la nada
en un día de perros. Y continuamos hasta Pradillo por la calzada romana, donde
una raja en mi cubierta delantera hace que nos tengamos que detener un rato
bajo la lluvia.
Tras cruzar el puente romano de Pradillo,
iniciamos la subida por la calzada romana
entre robles
hasta llegar a las peñas
donde paramos un rato a admirar las vistas
sobre el valle del Iregua.
Después de una bajada rápida alcanzamos de nuevo la cota del río Iregua.
poniendo fin a una excelente mañana endurera en la que la lluvia, lejos de ser un incordio, nos ha hecho revivir como almonte después de un verano tan seco.
Todas las fotos en:
https://plus.google.com/u/0/photos/113656869193957184650/albums/5804444916235810401
Amén. Mereció la pena, otoño en estado puro.
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